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Obra
de un arquitecto histórico, Charles Garnier, al que se le debe
igualmente la magestuosa Opera de Paris, el Casino de Monte-Carlo se
ha dedicado desde sus orígenes al Arte del Juego. Los frescos
ejecutados a la manera del pintor Boucher, los bajos relieves, las esculturas
y cariátides, su asombroso átrio de marmol y oro y su
arquitectura dan al lugar una solemnidad inolvidable.
Construído
en 1863 y adosado al mar, el Casino de Monte-Carlo ha sido testigo de
la grandiosidad de la evolución de Monte-Carlo y le ha otorgado
al juego un carácter de nobleza. El Casino alberga igualmente
la Opera de Monte-Carlo, en la que se suceden las más excepcionales
interpretaciones bajo un marco deslumbrante.

Hoy
en día la tradición continúa y Monte-Carlo sigue
siendo, para los auténticos jugadores, el lugar de referencia.
El Trente et quarante, chemin de fer, banque à deux tableaux, ruleta
inglesa y, claro está, la ruleta europea, contribuyen cada noche
a cultivar la leyenda del Casino centenario.

Punto-banco, craps, ruleta americana y, sin olvidar, el célebre
black-jack 21, han otorgado a Monte-Carlo su carácter de nobleza,
grabando en cada centímetro cuadrado de sus salones de juego
el recuerdo de extraordinarias partidas. Y es este recuerdo el que hace
que continúe el sueño de todos aquellos que vienen a subir
las escaleras del prestigioso Casino, batiéndoles el corazon.

Hay que remontarse mucho tiempo para encontrar
las primeras máquinas automáticas. Sin embargo, en Mónaco
aparecieron a finales del último siglo de la mejor manera posible:
bajo el marco incomparable del Casino de Monte-Carlo.
Gracias a la invención del jackpot
en los años 30, las máquinas automáticas vieron
crecer su número de adeptos de una manera espectacular, para
convertirse hoy en día en un ingrediente indispensable en las
noches y fiestas de Monte-Carlo.
Debido a los adelantos técnicos
y a los gustos de los jugadores, Monte-Carlo tiene los juegos más
novedosos, a menudo inéditos y en exclusividad, y la Sociedad
de Baños de Mar ha creado nuevos lugares para que los visitantes
puedan vivir su pasión por el juego. El Café de Paris,
con un ambiente trepidante, el Sun Casino, las Vegas en pequeño
en el Mediterraneo, o la Sala de las Palmeras, donde la fiebre del juego
aumenta durante el verano.
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